
Nota del Editor: Las opiniones vertidas en las columnas invitadas no necesariamente representan a Noticias de Bayamón o sus colaboradores.
El Resumé que no habla. Por: Luis Y. Rios-Silva, MBA, PhD (c) – Profesor

Muchos estudiantes universitarios, incluso con buenas calificaciones y genuino interés profesional, enfrentan una frustración recurrente: aplican a internados o programas co-op y nunca reciben una llamada. Asisten a ferias de empleo, entregan resúmenes impresos y envían solicitudes a través de portales corporativos o LinkedIn, pero el silencio se repite. Con el tiempo, algunos llegan a pensar que el problema es la falta de contactos o la mala suerte. En realidad, la causa suele ser más sencilla y corregible de lo que parece.
Uno de los errores más comunes es usar el resumé como un inventario de tareas. Los verbos se repiten: “realicé”, “participé”, “asistí”, “colaboré”. El documento describe lo que el estudiante hizo, pero no lo que logró. En un mercado competitivo, los reclutadores no buscan ocupación, buscan impacto. No quieren saber solo que alguien estuvo en un proyecto, sino qué cambió gracias a su participación.
Un buen resumé no enumera responsabilidades, comunica resultados. No es lo mismo escribir “trabajé en un proyecto académico de logística” que decir “analicé el flujo de inventario y propuse mejoras que redujeron los tiempos de entrega en un 15% dentro del ejercicio académico”. Aunque el proyecto haya sido parte de una clase, demuestra pensamiento crítico y capacidad de análisis aplicable al entorno laboral.
Otro mito persistente es que, sin experiencia laboral formal, no hay nada relevante que incluir. En realidad, los proyectos académicos bien diseñados sobre todo en ingeniería, ciencias, negocios o emprendimiento son evidencia legítima de competencias profesionales. Diseñar un modelo financiero, desarrollar un prototipo, analizar datos reales o proponer mejoras de procesos son logros tan válidos como los obtenidos en un empleo previo, si se presentan en el lenguaje adecuado.
El verdadero desafío no es la falta de experiencia, sino la falta de traducción. Muchos estudiantes no saben conectar su trabajo académico con las competencias que el puesto exige: análisis, trabajo en equipo, solución de problemas, gestión del tiempo, comunicación efectiva. Cuando esa conexión no se expresa con claridad, el resumé pasa inadvertido.
También influye la tecnología. Los sistemas automatizados de reclutamiento filtran documentos en busca de palabras clave vinculadas a resultados, métricas y habilidades concretas. Un resumé genérico, sin números ni verbos de impacto, rara vez supera esa primera barrera.
La buena noticia es que esto tiene arreglo. Con orientación adecuada y revisión crítica, muchos estudiantes logran aumentar las llamadas recibidas. No se trata de adornar la verdad, sino de presentarla con propósito.
Contar la propia historia profesional con claridad, honestidad y sentido de resultado no es solo una estrategia para conseguir un internado: es una destreza que acompañará al estudiante toda su vida laboral.

Luis Y. Rios-Silva es catedrático de la Universidad del Sagrado Corazón.
